Improvisar con ñ

Producir silencio: escucharnos mejor

Gracias, Erick Vázquez, por referir en tu blog al coloquio “Máquina productora de silencio. La improvisación en y más allá de la música y las artes”. Tu escrito nos brinda la posibilidad de volver sobre el encuentro, sus componentes y argumento. 

Al parecer, experimentamos dos eventos muy distintos. Donde nosotros impulsamos la instalación del campo de los Estudios de la Improvisación en los territorios de la ñ y promovimos la amplia colectividad que le corresponde, tú habrías preferido un programa centrado en la comunidad de músicos improvisadores de la Ciudad de México, a la que por supuesto convocamos en el amplio marco planteado: por eso invitamos a sus miembros a aportar al escenario emergente de los Estudios de la Improvisación a la par de una legión de colegas, provenientes de distintos circuitos y países. 

 

Gracias, Erick Vázquez, por referir en tu blog al coloquio “Máquina productora de silencio. La improvisación en y más allá de la música y las artes”. Tu escrito nos brinda la posibilidad de volver sobre el encuentro, sus componentes y argumento. 

Al parecer, experimentamos dos eventos muy distintos. Donde nosotros impulsamos la instalación del campo de los Estudios de la Improvisación en los territorios de la ñ y promovimos la amplia colectividad que le corresponde, tú habrías preferido un programa centrado en la comunidad de músicos improvisadores de la Ciudad de México, a la que por supuesto convocamos en el amplio marco planteado: por eso invitamos a sus miembros a aportar al escenario emergente de los Estudios de la Improvisación a la par de una legión de colegas, provenientes de distintos circuitos y países. 

El coloquio abordó críticamente la improvisación dentro, pero también fuera de las artes. Partiendo de las contribuciones del International Institute for Critical Studies in Improvisation, el encuentro, junto con el festival canadiense por él incorporado, tematizó la importancia de la improvisación para distintos ámbitos de la vida personal (la sensibilidad, la educación, la psique), diversas configuraciones sociales y organizativas, así como la tecnología y el mundo natural. El evento aludió asimismo a la improvisación en la literatura, las artes escénicas, la historia, los derechos humanos y la discapacidad. Consistió en una nutrida secuencia de intervenciones verbales, actos y conciertos en vivo. Eso fue lo que anunciamos y lo que llevamos a cabo, como puede conocerse aquí

Nuestra apuesta –en colaboración con Wade Matthews, Ana Ruiz, Alain Derbez, Gonzalo Biffarella, Ana Ruiz Valencia, además de Tito Rivas, Ajay Heble y sus respectivos equipos de trabajo– se ha dejado sentir de cerca y de lejos, en muchos puntos del continente y del planeta. Propusimos un evento para contribuir a ensanchar la comprensión pública de la improvisación en español e incentivar los vínculos entre distintos exponentes y comunidades suyas. A tres meses de realizado, hemos dado lugar a diversas oportunidades: conciertos, colaboraciones discográficas, intervenciones, intercambios, ciclos de conferencias y publicaciones en Argentina, Colombia, Perú, España, Canadá y México.

Para ti el evento se redujo a “palabrería inteligente” que no tocó lo esencial: la naturaleza, la historia y los problemas enfrentados por la comunidad impro capitalina. Tu tono de momento asume cierta resonancia anti intelectual que no deja de sorprender dado tu compromiso con la crítica y la libertad improvisatoria. A pesar de lo que sugieres, ni Wade ni Ajay comparten ese anti intelectualismo ni tampoco fueron invitados disidentes del festival, sino insustituibles co-organizadores del mismo. Esfuerzos como los suyos han tornado arcaico hacer de la academia una piñata para golpearla con la cultura. 

No defendemos la academia que atacas. Declaras que dicha comunidad impro no necesita legitimación. Desde luego que no. Nosotros tampoco. En todo caso, ¿en qué consistiría dicha legitimación?, ¿en que una instancia como 17 convocara un encuentro para reconocer la existencia de dicha comunidad y se engalanara con su presencia? ¿Y que sería una comunidad “ilegítima”? Estamos muy lejos de donde supones: los gigantes que ves son molinos de viento. La universidad es un territorio en disputa, en el que se producen desplazamientos constantes. Como reconoces, 17, Instituto de Estudios Críticos se levantó como una posuniversidad en 2001. Habrás notado que el título del coloquio dejó entrever que la improvisación está en el origen mismo de 17. Por eso nos cuidamos particularmente de interpretar manifestaciones vivas con conceptos muertos, y no solo en lo que a la improvisación se refiere. Somos un organismo de la sociedad civil concernido por aquello que los valores establecidos tornan residual. Por eso nos ocupa todo cuanto no alcanza a ser abarcado ni por el mercado ni por el Estado. Asumimos nuestra responsabilidad pública con el mayor rigor posible, precisamente porque no somos una entidad estatal. 

Ahora bien, cuestionar a la academia también significa interrogar los modos arcaicos de ejercer la crítica. Elevarte sin más como el representante de una comunidad reedita aquella lógica de la “etnografía decimonónica” que dices repudiar. Sí, el auditorio de la Fonoteca Nacional es rectangular, como ponderamos durante el encuentro. El escenario en efecto está al frente y tiene un metro de altura (lo que por cierto contribuyó al buen registro de las grabaciones que revisaste). De no haber ubicado el coloquio ahí, no habríamos contado con la cobertura de esta institución medular en el circuito sonoro del país, ni con su invaluable equipo técnico, cuyo soporte fue otra muestra de hospitalidad hacia la multitud de músicos invitados, cada cual con sus requerimientos particulares. Allende las consideraciones prácticas, ¿tomaste en cuenta que lo rectangular de ese auditorio es igual de cuadrado que la forma clásica del “concierto”, que aceptas sin más? Al menos coincidimos en la selección de artistas, y también en dedicarles la mayor proporción posible de nuestro presupuesto.

Te opones a las “jerarquías rígidas” que habrías observado: ¿cuándo, dónde? El piso fue parejo para quienes hablaron y para quienes sonaron. El grueso de los ponentes fueron creadores. Consideras que el público permaneció en el anonimato y la pasividad, a pesar de que preguntó, rió y aplaudió a lo largo de las intensas jornadas disfrutadas, en la que también emergieron diferencias y debates. Aun si la audiencia hubiera guardado silencio, la escucha jamás es del todo pasiva: menos todavía en el ámbito que nos atañe, dado que hace parte integral del acto improvisatorio, como de la complicidad entre creadores y espectadores.

Acaso lo que más se echa de menos en tu reseña es lo fundamental: el recibimiento de la improvisación como una forma de pensamiento. Convocamos a las y los improvisadores residentes en la Ciudad de México a compartir sus ideas, en acto. ¿Cómo más? ¿Crees que debíamos atenernos a la vieja suposición de que la conceptualidad se transmite con palabras, mientras que los actos artísticos solo agitan nuestras sensaciones y afectos? ¿Por qué no has desarrollado análisis alguno de lo acontecido musical e improvisatoriamente en esos días? ¿Y por qué escamoteas prácticamente todos los flancos “no académicos” de la propuesta?

Vale la pena enumerarlos. Obvias la puesta en juego de la relación entre la música y la sordera planteada de inicio por Sentire, el ensamble integrado por Liminar y Seña y Verbo. Ignoras el reconocimiento que otorgamos a Francisco Téllez. No notas de los relevos improvisatorios que –por naturaleza– disuelven cualquier jerarquía. Éstos tuvieron lugar solo en vivo, con la participación de una veintena de músicos locales, quienes interactuaron con creadores de otros países – un primer paso en la consolidación de la anhelada comunidad musical ampliada. Así fueron trascendidas las barreras de la edad y la experiencia que frecuentemente se han interpuesto a un contacto más directo entre los miembros de la comunidad capitalina de improvisadores: los más jóvenes tocaron con figuras establecidas de la escena nacional y también convivieron en directo con figuras colombianas, argentinas y canadienses de considerable importancia. Tampoco refieres a los multitudinarios convivios entre improvisadores durante la apertura y el cierre del Festival. Pasas de largo la exhibición de publicaciones relativas a la improvisación. Te muestras indiferente hacia los encuentros informales que incentivamos en el patio de la Fonoteca en esas fechas. Y no tocas el corazón del encuentro: ese par de sesiones en que, habida cuenta de la experiencia de nuestros socios canadienses, planteamos la pregunta por nuestros propios anhelos, así como por la relación deseada entre creadores, teóricos y organizadores. ¡Tus inquietudes, precisamente! 

Aún si resultara significativa, tu rememoración de la irrupción de los músicos de la Generación Espontánea cuando todavía hablaba uno de nosotros difícilmente abarca el cúmulo de ilaciones improvisatorias compartidas. ¿Entonces el coloquio fue “perfecto”? Por supuesto que no. Nos las vimos con la diferencia entre lo posible y lo deseable – la proverbial tensión que yace en el corazón mismo de la improvisación. Con más infraestructura y recursos, habríamos podido hacer más, mejor y más cómodamente: una mayor presencia de invitadas e invitados; una mayor holgura en el programa con el fin de dar lugar a voces esenciales que no alcanzaron sitio en las sesiones; una mayor presencia de la improvisación desde otras artes y ámbitos (hubo varias cancelaciones de último momento que nos afectaron sobre todo en este rubro); mayores y mejores registros de lo acontecido; más cobertura de sesiones que no alcanzamos traducir a otros idiomas; mayores erogaciones en favor de los artistas. 

Hicimos lo que pudimos con lo que tuvimos, como siempre sucede al improvisar: procuramos abrir ahí donde solo parecía haber clausura. Por supuesto que vendrán otros eventos y encuentros, dentro y fuera de México. Paulatinamente enriqueceremos y diversificaremos nuestros abordajes y propuestas. Si algo nos enseña la improvisación es que esa brecha perenne entre lo practicable y lo deseado, a menudo vivida con padecimiento e impotencia, también puede ser celebrada como la cantera infinita que es del juego, la invención, el erotismo y la contemplación. 

¿Disfrutaste en lo personal de la “Máquina productora de silencio”? Más que plantear una crítica para enriquecer el cúmulo de reflexiones acerca de lo acontecido, bocetas el encuentro hipotético que tú habrías querido y lo comparas a tu favor con el coloquio efectivamente celebrado, del que brindas una descripción llamativamente parcial. Y terminas evocando ese guiñol para tres marionetas que todos nos sabemos al derecho y al revés, cuya dramaturgia se pliega a la siguiente partitura: La Comunidad plantea sus demandas a La Institución, deplorablemente a cargo de Los Funcionarios. Felizmente, los hechos del encuentro y mil otras señales sugieren que, al menos entre quienes nos dimos cita durante esos días en Coyoacán y el ciberespacio, esa particular tragicomedia ha quedado atrás. 

En prolongación de su ya larga y fructífera historia, quizás el mundo de la improvisación con ñ esté ante un nuevo umbral. Es posible que hoy cuente con las condiciones para el fortalecimiento sostenido de todos sus flancos, lo que sin duda colectivamente nos obligará a descartar rutinas y prejuicios recibidos – exactamente como cuando creamos, al filo de lo imprevisible…

Improvisar con ñ
17 Instituto de Estudios Críticos, Ciudad de México, estudios críticos de la improvisación, Improvisación, Máquina Productora de Silencio

Extemporizar: la improvisación en los territorios de la ñ

Siempre se comienza por el medio; cualquier acción no es sino una tentativa. Siguiendo estas máximas de la improvisación, parto con una reflexión parcial, siguiendo el ritmo propio de la escritura, sin otra pretensión que la de elaborar una invitación –o, mejor dicho, una llamada, para usar una noción central en la música negra– a atender y ensamblarse con las actividades que comenzamos a desarrollar en el área de Estudios de la improvisación del Instituto.

Siempre se comienza por el medio; cualquier acción no es sino una tentativa. Siguiendo estas máximas de la improvisación, parto con una reflexión parcial, siguiendo el ritmo propio de la escritura, sin otra pretensión que la de elaborar una invitación –o, mejor dicho, una llamada, para usar una noción central en la música negra– a atender y ensamblarse con las actividades que comenzamos a desarrollar en el área de Estudios de la improvisación del Instituto.

Afirmar que la vida, la subjetividad y lo social tienen un carácter improvisatorio quizás es decir demasiado –signo del exceso que recorre toda improvisación, como ansiedad por encontrar el momento adecuado para entrar o salir del silencio, y como resto, en cuanto práctica incómoda para el canon occidental–. No obstante, esta afirmación excesiva indica algo importante: el carácter procesual, relacional, plástico y no totalizable, tanto de la experiencia cotidiana, como de lo social y en general de todo lo viviente. Sin serlo todo, la improvisación designa un potencial capaz de contagiar cualquier actividad. Quizás se trata de un gradiente de movilidad y flexibilidad, una manera de proceder, que interviene sobre la tradición (o la memoria), multiplicando los posibles y actuando como catalizador de mutaciones y revoluciones internas a un sistema particular. Nombra también un tipo específico de práctica, necesariamente encarnada, que implica cierta interrupción del continuum del tiempo para permitir la emergencia de algo otro –más que nuevo, insospechado, porque implica una reelaboración del pasado y lo heredado–. Es justamente en ese sentido que para Derrida se trata de una práctica imposible –pero a cuya defensa él aún así se comprometía, tal como lo expuso en una entrevista realizada en 1982–: imposible en tanto supone el funcionamiento de una trama pre-escrita –voces que hablan en el lugar de–, lo cual pone en tela de juicio la declarada búsqueda de l_s improvisador_s por producir algo nuevo.

Improvisar es extemporizar: hacer que el tiempo se tuerza sobre sí, saliéndose de quicio pero, paradójicamente, permitiéndonos situarnos de manera más decidida en el presente –un presente expandido, diferido–. “El tiempo no es sólo el ahora, sino también el antes y el después”, afirma el improvisador David Toop en su libro En el maelström. Música, improvisación y el sueño de libertad antes de 1970. De alguna manera, la extemporización está vinculada con aquel salto de tigre con el que Benjamin –aquel filósofo con buen oído para la improvisación– describía el modo de actuar tanto de la moda como de la revolución y la mirada dialéctica, comprendida como cuidado para con el pasado. Para ponerlo en términos de Deleuze y Guattari –pensadores fieles al ethos colaborativo propio de l_s improvisador_s–, se trataría de una práctica que permitiría una salida del tiempo de los relojes, cronos, para hacer que irrumpa kairós: el tiempo del acontecimiento, el tiempo del actuar oportuno. (¿El tiempo im-pre-visto o siempre huidizo a la mirada anticipadora?)

Es precisamente debido a esta capacidad que la improvisación tiene de crear líneas de fuga y de motivar o acompañar procesos de crisis/crítica (artísticos, estéticos, políticos, subjetivos), que el Instituto ha creado un área dedicada al estudio, difusión y promoción de las prácticas improvisatorias. Nos proponemos generar un espacio heterogéneo de encuentro entre artistas, pensador_s, gestor_s, creador_s y personas entusiastas de este amplio conjunto de prácticas. Nos interesa tanto cartografiar y reflexionar sobre las prácticas improvisatorias en nuestros territorios –los cuales hemos decidido marcar con aquella letra singular, incómoda, que es la ñ–, en tanto una práctica con una fuerte carga (infra)política, como el situarnos desde la improvisación para interpelar –y escuchar, como si de un jam se tratara– otras disciplinas. Así como en el campo de la música la improvisación es un elemento transversal a las tradiciones de pueblos sumamente disímiles, distribuidos a grandes distancias tanto geográficas como temporales –pensemos en el bebop, el canto cardenche, Bach, el freestyle rap, Pauline Oliveros, el noise punk, el gamelán, etc.–, resulta estratégica en tanto noción y práctica para motivar conversaciones entre las distintas artes e incluso allende éstas. Efectivamente, la improvisación es un lente útil desde el cual interrogar la adaptabilidad humana frente a entornos cambiantes, así como para pensar nuestra agencia colectiva para alterar el campo de lo social y la posibilidad de construir comunidades en donde la diferencia no sea totalizada de manera dialéctica. Es, además, una de las expresiones más claras de la espontaneidad, creatividad y libertad humanas, poseyendo así no sólo una dimensión (infra)política, sino potenciales terapéuticos –del que varias tradiciones de teatro improvisado han sabido sacar provecho–. Así, si bien no es sinónimo de la vida, sí nombra un impulso que es fundamental en ésta.

La creación de un área de estudios dedicada a la improvisación responde también a la preocupación de 17 por lo residual con respecto al saber. Aunque es cierto que actualmente el campo comienza a gozar de cierta validación al interior de la academia –manifiesto en la publicación de Handbooks y Readers centrados en los critical studies of improvisation–, la impro no deja de nombrar una serie de prácticas extrañas, de difícil manejo por parte de las instituciones artísticas y la academia. Frente a una tradición que ha sospechado del cuerpo, ha concebido al arte desde la figura del genio solitario y ha asumido al texto como espacio del saber, la improvisación, en tanto práctica encarnada, procesual, colaborativa, efímera y creadora, ha sido siempre vista con desconfianza. No es casual que la historia de la improvisación esté vinculada con la historia de poblaciones oprimidas, como las poblaciones negras en todas las Américas o las comunidades gitanas en Europa. Acto de resistencia, la improvisación históricamente ha sido una práctica de supervivencia. Como lo sostienen Fischlin, Heble y Lipsitz en su libro The Fierce Urgency of Now, se trata de crear algo a partir de nada, leyendo las posibilidades ocultas en la adversidad, manteniéndonos flexibles y esperanzad_s frente a panoramas cambiantes. Parafraseando a Monsiváis, quizás se trataría de una manera de ritualizar el caos con el que cotidianamente convivimos en México (si no es que en todos los territorios de la ñ), y en el que él reconocía cierto potencial emancipatorio. Es en ese sentido, que la improvisación se revela como una práctica decididamente imaginante, útil para buscar salidas al impasse del presente, e igualmente llena de potencia para la movilización de la libido y la re-erotización de nuestro mundo. Bajo su forma de libre improvisación, más que presentarnos metáforas de lo político opera como un laboratorio social, en donde la diferencia se afirma en tanto diferencia. Espacio de experimentación de relaciones sociales, la improvisación libre es, como John Zorn lo subraya en el documental de Derek Bailey On the Edge, capaz de magnificar las relaciones de poder, pero también posibilita, a pequeña escala y de manera efímera, practicar formas de relacionarnos nominalmente no jerárquicas, basadas en los principios de escucha mutua, riesgo y co-creación. En palabras de Toop, se trata de una “dinámica potencialmente transformadora”, en la que “la escucha genera escucha”, es decir, la captación de lo singular del presente en cada ocasión.

A pesar de su imposibilidad, la impro ocurre decididamente en los territorios de la ñ; siendo la práctica más antigua dentro de la música, ha sido catalizadora continua de varias de las mayores vanguardias. Práctica paradójica, en la que estados inconscientes de trance conviven con momentos de la más aguzada conciencia, se antoja como una práctica capaz de producir inéditas alianzas críticas: polifonías que no necesitan de un centro tonal que las ordene. Parafraseando a Sun Ra: frente al agotamiento de lo posible, quizás convenga apostarle a lo imposible, esa posibilidad oculta siempre latente en la vida misma…

 

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Este mismo texto fue originalmente publicado en El Blog de la Caravana el 25 de noviembre del 2023: https://diecisiete.org/blog-de-17/extemporizar-la-improvisacion-en-los-territorios-de-la-n

Actualidad, Improvisar con ñ
crítica, extemporizar, IICSI, imposibilidad, libre improvisación, Música, Ricardo Lomnitz