In the virtual exhibition HAMAMATSU SOUNDS IN 2024—that took place this October—users were invited to explore a two-room gallery showcasing photographs of people making music (or more precisely, to use the term coined by Christopher Small, of people musicking). Captured by Mexican artist Laura Rodríguez, these images reveal the profound joy music generates, its capacity to forge and strengthen social bonds, and its ubiquity in Hamamatsu.
Síncopa, cerezo y cempasúchil: El Cuarteto Mexicano de Jazz en el HAMAMATSU SOUNDS IN 2024
Con un cuerpo prestado que no produce sombra alguna, floto sobre un espacio donde ventanas estilo shoji hacen armonía con la arquitectura digital. El brillo de la pantalla ilumina las fotografías que ahí se exponen. Mientras tanto, se escucha un pianista mexicano tocando una pieza compuesta por un jazzista negro estadounidense a partir de música tradicional japonesa. Al igual que en este espacio sin puertas no tiene sentido preguntarnos por nuestra procedencia, carece de sentido alguno preguntar por la propiedad de esta música, que tiene como uno de sus legados más grandes la producción de diferencia en un medio donde la mezcla siempre ha sido impulsada. (En el principio fue la polinización.) En este pequeño mundo en el que me paseo suspendido en el espacio, se tambalean las fronteras que suelen distanciar la tradición de la vanguardia, lo japonés de lo mexicano, la imagen del sonido, y quizás el pasado del porvenir.