El barrio donde vive Santiago Botero en Bogotá es una hermosa colección de edificios de ladrillo rojo rodeados de hierba salpimentada de árboles y arbustos y cerrado casi completamente al tráfico. El generoso espacio entre edificio y edificio permite la entrada de una luz que ilumina todo sin alcanzar ni la agresividad que lleva a los españoles a hablar de un “sol de justicia” ni tampoco los tintes azulados de Normandía, donde a veces los paisajes parecen lienzos pintados en vez de viceversa. La hierba es de los niños, de las niñas y de los balones, y el aire se llena de los sonidos de su juego con la misma amabilidad que la luz: un griterío de risas que se desplaza de un sitio a otro a medida que corren, pero sin esa agresividad más característica de un partido que del libre juego que ni reglamenta el espacio ni el tiempo. ¿Te acuerdas de esas tardes al aire libre, esas tardes de sol y risas cuando había de todo lo que podía propiciar la imaginación, menos el tiempo? ¿Esas tardes que, si no eran eternas, sí que eran intemporales? A eso se refiere el título de este álbum, Pkwa, es decir “jugar” en Muisca, el idioma que se hablaba antes de la llegada del compañero de Cristobal Colón, un tal Alonso de Ojeda, en 1499. Los libros dicen que Ojeda “descubrió” las tierras de Colombia. A nosotros se nos ocurren varios adjetivos menos eufemísticos.
Cuando decidimos hacer un poco de música allí, en casa de Santiago, nos dimos cuenta los dos que había que hacerlo con la gran ventana de la esquina abierta. No se trataba de dejar entrar lo de fuera, ni tampoco de darle salida a lo que íbamos a tocar dentro. Improvisar libremente comienza cuando te abres al lugar, al momento, a la situación. Y esa tarde de luz complaciente, suaves aires y espacio abundante nos regaló una sensación que cultivaron en su día los Moros—otros colonizadores—que construyeron la Alhambra de Granada: estar, pero no dentro o fuera sino simplemente estando. ¿Cómo describir la sensación de ausencia de barreras cuando no hay ninguna sensación de ausencia?
Así, cobró sentido que, en el otro idioma dominante de los “descubridores” de las Américas, se describa el acto de hacer música como “play”, el acto de jugar en vez de “tocar”. Esa tarde, no tocamos música, la jugábamos, igual que jugaban los niños y las niñas en la hierba. La música que hacíamos no se podía tocar. ¿Cómo tocar algo tan evanescente? Esta música se jugaba, fuera del tiempo, una música intemporal, una sinergia de dentro y fuera, o quizá un existir más allá de los dentros y los fueras que no tienen lugar en el juego, salvo por lo que nos pudiera propiciar la imaginación. Pkwa.
Así, como los niños, para los que el juego combina la máxima alegría con la máxima seriedad y el mínimo absoluto de peso. Pkwa.
Wade Matthews
Madrid. Marzo de 2024
Créditos
Wade Matthews – Síntesis digital, grabaciones de campo manipulados en tiempo real, objetos amplificados.
Santiago Botero – Contrabajo.
Todas las obras son improvisadas libremente.
Grabado en Paulo VI – Bogotá, Colombia en mayo de 2023.
Mezclado y masterizado por Wade Matthews en Smiling Cow Studio, Madrid, España en febrero de 2024.
Arte de portada: Santiago Botero.
Santiago Botero es profesor de la Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, Colombia.
Este material se lanzó el 4 de marzo de 2024.
Agradecemos a Gonzalo Biffarella permitirnos reproducir este contenido en nuestra plataforma, como parte de la colaboración entre 17, Instituto de Estudios Críticos y Viajero Inmóvil Ex]P[rimental.